domingo, 9 de abril de 2017



Encuentra La Felicidad
En una época...
Se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y la mujer; planearon hacerlo a su imagen y semejanza, entonces uno de ellos dijo: Esperen, si los vamos a hacer a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, fuerza e inteligencia igual a la nuestra, debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, de no ser así, estaríamos creando nuevos dioses.
Sé consciente que tú ya eres una felicidad

Debemos quitarles algo, pero, ¿qué les quitamos?.
Después de mucho pensar uno de ellos dijo !Ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la encuentren jamás.
Propuso el primero: Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo; a lo que inmediatamente repuso otro: No, recuerda que les dimos fuerza, alguna vez alguien subirá, y la encontrará, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está.
Luego propuso otro: Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar, y otro contestó: No, recuerda que les dimos inteligencia, alguna vez alguien construirá un túnel por el que pueda entrar y bajar, y entonces la encontrará.
Uno mas dijo: Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra, y le dijeron: ¡No!, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien construirá una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la descubrirá, y entonces todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros.
El último de ellos, era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses, analizó en silencio cada una de ellas y entonces rompió el silencio y dijo: Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren, todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono: ¿Dónde?
La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán.
Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así, el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo...


UNA HISTORIA SIMPLE Y REAL SOBRE EL AMOR
Larry y Jo Ann eran una pareja común. Vivían en una casa común en una calle común. Como cualquier otra pareja común, luchaban por llegar a fin de mes y hacer bien las cosas para sus hijos.
Eran comunes también en otro sentido: tenían sus peleas. Gran parte de su conversación se refería a qué andaba mal en su matrimonio y quién tenía la culpa.
Hasta que un día se produjo un hecho extraordinario.

—Sabes, Jo Ann, compré una cómoda mágica. Cada vez que la abro, está llena de medias y ropa interior —dijo Larry—. Quiero darte las gracias por haberla llenado todos estos años.
Jo Ann miró a su marido por encima de los anteojos.
—¿Qué quieres, Larry?
—Nada. Sólo quiero que sepas que aprecio esa cómoda mágica.
No era la primera vez que Larry hacía algo extraño, de modo que Jo Ann olvidó el incidente hasta varios días más tarde.
—Jo Ann, gracias por anotar bien los números de los cheques en el libro este mes. Pusiste las cifras correctas en quince de los dieciséis montos. Es un récord.
Sin creer lo que oía, Jo Ann levantó la vista de la costura.
—Larry, siempre te quejas de que anoto mal los números de los cheques. ¿Por qué dejas de hacerlo?
—No hay ningún motivo. Sólo quería que supieras que aprecio el esfuerzo que estás haciendo.
Jo Ann meneó la cabeza y volvió a su costura. "¿Qué le pasará?", pensó.
No obstante, al día siguiente, cuando Jo Ann hizo un cheque en el almacén, miró su chequera para confirmar que había escrito el número de cheque correcto. "¿Por qué diablos ahora me preocupo tanto por esos tontos números de cheques?", se preguntó.

Trató de minimizar el incidente, pero la extraña conducta de Larry se intensificó.
—Jo Ann, fue una comida excelente —dijo una noche—. Aprecio todo tu esfuerzo. Vaya, en los últimos quince años, apuesto a que preparaste más de catorce mil comidas para mí y los chicos.
Después:
—Qué bueno, Jo Ann, la casa está espléndida. Realmente has trabajado mucho para tenerla así. O incluso:
—Gracias, Jo Ann, por ser como eres. Realmente me encanta tu compañía.
Jo Ann estaba cada vez más preocupada. "¿Dónde está el sarcasmo, la crítica?", se preguntaba.
Sus miedos de que algo raro le ocurría a su marido fueron confirmados por Shelley, su hija de dieciséis años, que se lamentó diciendo:
—Papá se volvió loco, mamá. Acaba de decirme qué linda soy. Con todo este maquillaje y esta ropa desaliñada, lo dijo igual. Ese no es papá, mamá. ¿Qué le pasa?
Fuera lo que fuere, Larry no lo superaba. Día tras día seguía concentrándose en lo positivo.
Al cabo de varias semanas, Jo Ann se acostumbró más al comportamiento inusual de su marido y ocasionalmente hasta le respondía con un rencoroso "gracias". Se enorgullecía de seguirle el paso, hasta que un día ocurrió algo tan peculiar que la descolocó del todo.
—Quiero que te tomes un descanso —dijo Larry—. Yo lavaré los platos. Quita las manos de esa sartén y sal de la cocina.
(Larga, larga pausa.)
—Gracias, Larry. ¡Muchas gracias!
El andar de Jo Ann era ahora un poco más liviano, su confianza mucho más firme y cada tanto tarareaba. Ya no se ponía de mal humor tan seguido. "Me gusta la nueva actitud de Larry", pensaba.
Ése sería el final de la historia si no fuera porque un día ocurrió otro hecho extraordinario. Esta vez, la que habló fue Jo Ann.
—Larry —dijo—. Quiero darte las gracias por trabajar y por habernos mantenido todos estos años. Creo que nunca te dije lo mucho que lo valoro.
Larry nunca reveló el motivo de su rotundo cambio de comportamiento pese a lo mucho que Jo Ann ha insistido en que se lo cuente, y tal vez siga siendo uno de los misterios de la vida. Pero doy las gracias por vivir con él.
Sabe, yo soy Jo Ann.
Jo Ann Larsen (Noticias del desierto) Desert News
Una comunicación asertiva y lleno de afecto cambia nuestras relaciones interpersonales. Más aún, si es sincero, esa sinceridad cae al alma de otra persona como el rocío a las hojas de una planta.